Cuántas veces nos hubiese gustado decir algo así como:
El patio de mi cole es particular, no es igual cuando llueve y se moja que cuando es verano y hace mucho sol...
En esta entrada me gustaría hacer referencia como docente al hecho de que se debería adecuar, en la medida de lo posible y haciendo referencia a la programación del aula, este recurso a las distintas situaciones climáticas del año y a sus estaciones.
Me he puesto a reflexionar y me vienen a la cabeza dos preguntas que pueden ser clave: ¿Cúales son los límites que debemos considerar para organizar este espacio y darle un aspecto educativo? ¿Está considerado el patio del recreo como un espacio a organizar de forma activa o más bien como un espacio para pasar el tiempo?
Personalmente tengo la sensación de que el espacio diseñado para el juego es cada vez más reducido, tanto el espacio físico como los momentos para actividades libres.
Pretendo hablar del patio como recurso educativo, totalmente aprovechable y cargado de potencial, como instrumento para la socialización. Si a muchos/as docentes se les propusiera que describieran su patio de escuela ideal, seguramente se hablaría de espacios exteriores que permitieran situaciones en las cuales los niños/as pudieran estar cerca o lejos de los adultos, jugar en grandes o pequeños grupos, o incluso de forma individual, con elementos naturales o artificiales... y en muchas ocasiones esto dista mucho de la realidad de un patio escolar.
El cumplimiento de las normas (no jugar en el barro, no arrancar hojas ni cogerlas del suelo, alejarse de insectos u otros animales, NO MANCHARSE LA ROPA O LAS MANOS, etc) hace de este recurso un mero rato de actividad relativamente libre y desordenada, nada aprovechada, donde las/os maestras/os de guardia son policías que reinan por el orden y la calma.
En algún momento hay que dar paso a esos elementos y experiencias que aportarán vivencias tan gratificantes, como puede ser la observación de insectos u otros animales, la observación de fenómenos naturales (lluvia, nieve, viento...), el juego con barro, agua o arena y un sinfín más de experiencias que son imposibles o muy complejas en el aula. Y no solamente en la hora establecida para el recreo, sino como un recurso más para acercar a los niños y niñas a las características de la naturaleza mediante una observación directa y experimental.
En definitiva, conviene que no dejemos al patio como espacio olvidado, que dentro de nuestras posibilidades como docentes configuremos y demos forma al ambiente, según manejemos la organización del espacio y del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario