martes, 13 de mayo de 2014

La mascota de clase


Se puede decir que por lo general existe cierta reticencia a crear un rincón de la naturaleza dentro del aula de Educación Infantil, donde albergar una mascota. Las razones pueden ser varias, como por ejemplo el desconocimiento en el cuidado, la dependencia que crea a lo largo del curso en períodos vacacionales, puentes, etc. o el trabajo que añade a la labor diaria. Sin embargo, todos estos contras son derrotados en el momento que se percibe el entusiasmo en el alumnado por la adopción de una mascota que comparta con ellos la jornada y el curso escolar.

Los animales de compañía son una herramienta muy válida para trabajar valores fundamentales en el proceso educativo.  Además, de esta experiencia surgirán temas que son tratados en algún momento en el aula de infantil: alimentación, higiene, crecimiento, envejecimiento, salud, enfermedad, muerte, reproducción… Se puede decir que la presencia de una mascota en el aula es en sí misma una escuela de vida.  Así mismo, es una fuente de motivación: los niños y niñas se sienten motivados frente a éste ya que es una herramienta innovadora, que tiene vida y que ellos/as pueden explorar... lo querrán saber todo sobre ésta y prestarán máxima atención a las actividades que le guarden relación. 


Hablemos de la autoestima y confianza en sí mismos/as. En presencia de animales no son los/as niños/as más valientes ni los/as más fuertes los que muestran más confianza en sí mismos/as. Cada niño/a es un mundo y puede reaccionar de forma muy diferente ante la presencia de un animal en el aula. En este aspecto, entra otro de los valores más fuertes: La responsabilidad. Los más pequeños/as tienen que encargarse de un ser vivo que depende de su atención, para ello tienen que compartir entre todos/as sus cuidados. Esta interacción directa con los animales: limpiarlos, darles de comer, cuidarlos..., fomenta entre niños y niñas el respeto por los seres vivos y por el entorno.

Qué ocurre con la sensibilidad?  La convivencia con animales despierta los sentimientos y las actitudes más sensibles de cualquier niño/a, incluso de los más indiferentes o reacios al principio. Como ya mencionaba antes, pueden reaccionar de muy distintas maneras, lo que en un principio puede ser miedo a lo desconocido se tornará casi seguro en protección y cuidado.  El contacto directo con el animal, además de motivar el aprendizaje, no sólo desarrolla la capacidad de observación y análisis a nivel visual, sino que también potencia el trabajo con el oído, tacto y olfato, es decir, el desarrollo de los sentidos.




El hecho de no tener ningún animal de compañía en la escuela no supone que se deba renunciar a acercar el mundo de los animales a los más pequeños. En el caso imposible de tener una mascota en el aula, una actividad o recurso común consiste en llevar a la clase la mascota que el niño o la niña tiene en casa, siendo el propio niño o la propia niña quien explica cómo vive su animal y cómo cuida de él: cuántos años tiene, cómo se llama, cómo llegó a casa, dónde vive... El niño o la niña y su animal pasan a ser los protagonistas de la jornada.

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